jueves, 31 de marzo de 2011

Homenaje a Luis Zapata Quiroz

En la edición del 30 de marzo de 2011, LA JORNADA GUERRERO publicó la siguiente nota:

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Entre vivir y escribir, prefiero escribir: Zapata
Francisca Meza Carranza
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“Si tuviera que escoger entre vivir y escribir escogería por supuesto escribir, aunque en ocasiones he creído lo contrario”, expresó el escritor guerrerense Luis Zapata Quiroz, nativo de Chilpancingo y reconocido en el mundo literario por sus obras de temática homosexual, durante un homenaje por sus 60 años de vida desarrollado la tarde de ayer en Acapulco.
El acto se llevó a cabo en las instalaciones del recién remodelado Instituto Guerrerense de la Cultura (IGC); más que algo con carácter formal el evento se desarrolló como una reunión entre amigos, cual si fuera la presentación de una de sus más reconocidas obras: El vampiro de la colonia Roma.
El manto de la noche, con el aire fresco acompañado por las flores que desprenden las parotas en la época le dieron un matiz cálido, como una escenografía preparada para recibir al escritor.
Las no más de 50 personas que atestiguaron la actividad permanecieron atentas y divertidas con las palabras de cada uno de los asistentes que flanquearon a Luis Zapata en la mesa de honor: Rosina Conde, José Dimayuga, Misael Habana y Juan Carlos Moctezuma, quien fue el moderador.
En el transcurso de su homenaje, el artista fotografió a los presentes, incluso debajo del escenario; también escuchó atento las participaciones con interminables sorbos de cigarrillos.
La primera en participar fue a escritora Rosina Conde, quien recordó que Luis Zapata fue gestor de un cambio radical en la trayectoria cultural del país al grado de crear un nuevo estilo literario y desechar la versión de que el erotismo se cultiva principalmente en la poesía y significa un tabú para las culturas hispanas.
Atrajo la atención de los asistentes con fragmentos textuales de una de las obras más destacadas del escritor, El Vampiro…, publicada en 1979, la cual, a pesar que al momento de salir a la luz pública provocó controversia, hoy se considera una obra clásica de la literatura gay.
La escritora destacó que la publicación significó también un empuje a la escritura feminista al darle el sentido femenino a palabras, a las cosas; dijo que significó una influencia para lo que sería su estilo de escritura.
El también guerrerense José Dimayuga, resaltó cómo con todo y los miedos que provocó la obra en la época en donde se vivía una doble moral de la sociedad machista de los años 70 logró posicionar en la literatura mexicana a Adonis García, un personaje homosexual sin sentimientos de culpa ni pecado.
El periodista Misael Habana de Los Santos resaltó que la publicación “cayó como anillo al dedo” con los movimientos sociales que se gestaban en las universidades en los 70, las anarquías, los movimientos estudiantiles, el feminismo y las expresiones de izquierda.
Casi al cumplir su 60 aniversario, Luis Zapata, habló del tiempo de manera subjetiva; dijo que a partir de ciertos momentos la vida parece decir “ponte ya la pila y no pierdas tanto el tiempo”.
Consideró que el tiempo transcurre rápidamente porque no se deja de pensar en el futuro y que también es obvio que el pensar en el pasado roba la experiencia del presente “tanto el tiempo como la profecía nos acorta la duración del presente, ese tiempo al que no siempre tenemos acceso”.
Resaltó por su parte, la única manera que ha encontrado para sustraerse del tiempo y situarse en el presente es la escritura así como para algunas personas lo es la meditación o la actividad física.
“He podido escribir, siempre me ha divertido escribir y quizá no sólo eso, la escritura ha representado muchas veces mi modelo de entender la vida o de no entenderla y de angustiarme menos por la confusión; si tuviera que escoger entre vivir y escribir escogería por supuesto escribir, aunque en ocasiones he creído lo contrario”.
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miércoles, 30 de marzo de 2011

Acerca de un libro de José Agustín...


José Agustín: Diario de un brigadista
Gustavo Martínez Castellanos
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Había una lógica bella y humana en recurrir
a los adolescentes para alfabetizar el país
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A sus diecisiete años José Agustín terminó su primera obra: Diario de un brigadista, antes de La tumba, que aún corregía en esa época. En él registró diez meses de su vida como alfabetizador en Cuba. En ese registro asoman ya las estructuras y temáticas del universo joseagustiniano en marcada intersección con su cultura mexicana.
Parte medular de esa cultura es su identidad suriana: “Me puse a tararear: por los caminos del sur vámonos para Guerrero” y surgió “el recuerdo de mis papás, mis hermanos y mi casita” (14). El entorno lo absorbe: “Íbamos adentrando en montañas leves, llenas de vegetación que a mí me recordaban una barbaridad los rumbos de la Costa Grande guerrerense” (19). Por ello, Los Alfonsos -pueblo de paso-, le “recuerda horrores Los Arenales, el pueblito guerrerense de donde viene buena parte de mi familia” (21). En la Habana cuando lo llevan a nadar “al otrora Club Náutico” compara: “la playa no le llega ni a los talones a las acapulqueñas” Sin embargo accede a asolearse: “Jamás, ni en mis viejas épocas de Acapulco me había quemado tanto” (44). Julián un “enano de doce años que es una verdadera ladilla” lo remite a su gente: “habla hasta por los codos, y no tiene la menor idea de que es la inhibición. Me recordó a los niños semejantes de Acapulco, allá les dicen que son muy lisos”. Parece que habla su nostalgia, pero lo hace su sentido de pertenencia.
La otra parte de su identidad aflora en las referencias a México como país, como ciudad, como hogar: “Le encargué a dos niñitos que en México serían boleros o algo así, una botellita de Bacardí y pronto pasó a mejor vida” (15). “Hoy cumplo diecisiete años. Desperté relativamente tarde, recordando la algarabía en mi casa: las mañanitas” (21). “Recuerdo la imagen de la esquina de Insurgentes y Yucatán, con el insultante anunciote de zapatos Canadá, que ahora me parece embelesante” (31)
Y mientras se cronica, José Agustín elabora sin respiro el libérrimo postulado verbal que lo ha universalizado. Y aparecen los albures, el caló, la licencia lingüística que termina siendo abuso: “El Ché hablará en la noche. Ya vas”. “Y nosotros escuchamos al Che Güevotes” (29). “Margarita y yo salimos a comprar puyas, un dulce de azúcar quemada y coco. Carajo, una pinche cocada” (31). “Alexis, el Intelectual Campirano, habló muy bien aunque un tanto afidelcastrado” (33). “El chofer nos llevó a casa de Rita donde sólo estaban ella y su camote Abelardo” (40). “Si tiene hoyo onque sea de pollo” (58). “Somos la brigada Mamado Boyítez” (Conrado Benítez) (75). “Sigue la onda” (32).
En este derroche, no sólo el castellano pierde su castidad y su función primitiva de forma comunicativa y estética sino también otros idiomas: “Margarita se hallaba, al parecer, muy contenta (mais-jusqu’á?)” (20). “Después del sex bei sex minus liebe, la Dalton se fue a ordeñar a otro lado” (32). Mrs. Margarita del Salto, san e parler plus; e io full time naco” (41) “Por suerte no sabía que nosotros estábamos ahí sino hasta de puto me hubiera acusado. Puto mais catholique” (72). “¡una máquina d’ecrire!” (73).
Diario de un brigadista no sólo es el documento o testimonio de un acapulqueño alfabetizando en Cuba en 1961, es un texto cuya propuesta abarcará una parte importante de la literatura mexicana del siglo XX, y de la centroamericana, aún varios años después.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com
http://www.culturacapulco.com/; http://culturacapulco.blogspot.com