jueves, 14 de octubre de 2010

Francisco Saucedo y su novela "Crecida de Mar"

En la edición del 13 de octubre de 2010, EL SUR publicó la siguiente nota:
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Escribir es liberar fantasmas, sacar lo que podría pudrirse dentro de uno: Francisco Saucedo
Iris García Cuevas
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El miedo, la culpa, la degradación del individuo como única posibilidad de supervivencia, son algunos de los temas que toca Crecida de mar, novela de Francisco Saucedo Navarrete, presentada en el Centro Cultural De Mina el sábado pasado, ante cinco decenas de personas conformadas principalmente por familiares y amigos del autor.
En entrevista, el también colaborador de El Sur, reconoció que a pesar de haber escrito y publicado una novela no termina de asumirse como escritor, es más bien “un hombre que escribe”. Su postura ante el acto de la escritura recuerda la propuesta del filósofo alemán Walter Benjamin, quien suponía que el ejercicio del arte debe ser patrimonio de la sociedad en su conjunto y no de un grupo privilegiado por su formación y sus medios de producción; desde esta perspectiva, cualquiera tiene derecho a escribir y publicar una novela.
Crecida de mar es una edición del autor; en este sentido, Saucedo Navarrete también está en contra de la actitud dependiente que asumen algunos creadores esperando el apoyo gubernamental para la producción de su obra: “mejor hablemos entre nosotros y saquemos adelante los proyectos nosotros”, dijo. Sin embargo, no descartó la posibilidad de que la novela sea reeditada posteriormente bajo algún sello editorial.
El mar como descubrimiento interno
Crecida de mar es la historia de un muchacho que se une a la tripulación de un barco para huir de la culpa; la historia es de un capitán acapulqueño llamado Garapacho, que en su juventud formó parte de una banda de contrabandistas y sabe que los hombres que cometen errores vuelven a equivocarse pero pueden levantarse cada vez; la historia es de una embarcación llamada La Chillona y los hombres que recorren en ella el océano Pacífico buscando camarones y un modo de sobrevivencia y según el autor “tiene algo de La isla del tesoro y Moby Dick”.
Lector de novelas históricas y de ciencia ficción, Francisco Saucedo comentó que eligió el mar como escenario de su novela porque le parece que la situación del hombre frente al mar “es atípica, especial y encierra mucho de la esencia del ser humano; la idea de la aventura, del desapego, del descubrimiento, tiene que ser, evidentemente, un descubrimiento interno”.
Personajes repletos de maldad
La historia de vida del capitán Garapacho, narrada en primera persona, ocurre en “un Acapulco antiguo” que a decir del autor “no era tan paradisiaco como suponemos; sí existe un marco natural hermoso, pero el chiste, el secreto del éxito de Acapulco, es que cualquiera con dinero tenía el poder de conseguir lo que quisiera”.
Señaló que sus personajes, particularmente los adultos, “están repletos de maldad, de cosas que se les fueron pudriendo por dentro”, y por ello han perdido su identidad primaria que era esencialmente buena; sin embargo, en ellos “no hay un cuestionamiento moral, van caminando como tienen que caminar, porque aquí nos agarró la ola y pues ni modo”.
Sus personajes, dijo, “no buscan la trascendencia, sino solucionar el aquí y el ahora, y ese es parte del problema de todos los personajes, no hay una reflexión sobre el mañana” y ese, agregó, es también el problema de la humanidad: “no hay esa búsqueda de la trascendencia, no buscamos el lado bueno, que también existe, no lo preservamos”.
La novela: una forma de de trascender
Saucedo Navarrete también ha incursionado en el teatro, el cine, y más recientemente en el periodismo, para él estas actividades aparentemente divergentes tienen en el fondo la misma finalidad que la literatura: “contar historias”.
Para Saucedo Navarrete no existe distancia entre el narrador de la novela y su persona como autor, para él escribir es liberar fantasmas, “darles carne a muchas de esas cosas que, si me las guardo, podrían hacer que me pudriera por dentro”.
También es una manera de trascender, “pero la trascendencia no tiene que ver con la popularidad o la fama, sino como la búsqueda de objetivos profundos, más allá del interés instantáneo”.
La literatura: un acto de amor
Para el autor de Crecida de mar la literatura es, a final de cuentas, un acto de amor por los demás porque implica ponerse en el lugar del otro: “cuando escribes de un niño que a los ocho años se da cuenta de que su papá mató a su tío, tienes que tener mucho amor para escribir eso, para entender qué demonios sintió ese niño y no quedarte sólo con el hecho impactante”.
Agregó: “Cuando escribo de los niños que comían manguitos verdes hasta que les dolía la panza estoy hablando de mi mamá, porque mi mamá tuvo una época en que, por circunstancia de la vida, era eso lo que comía con sus hermanos; es una empatía que logro con ella, de decirle: te entiendo, entiendo la impotencia que puede tener un niño que no tiene otra cosa que hacer que comer mangos verdes, eso es un acto de amor”.
Actualmente, Saucedo Navarrete escribe su segunda novela y está planeando la realización de un cortometraje.
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lunes, 4 de octubre de 2010

Sobre la ausencia del padre: los desaparecidos en la guerra sucia en Guerrero

En la edición del 04 de octubre de 2010, LA JORNADA GUERRERO publicó la siguiente nota:
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Rosendo Radilla Pacheco y Ausencio Bello Ríos
Judith Solís Téllez
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Presento en este artículo dos casos sobre la ausencia del padre desaparecido como consecuencia de la guerra sucia en Guerrero. Para ello me basaré en la obra de Andrea Radilla Martínez, Voces Acalladas. Vidas Truncadas. Perfil biográfico de Rosendo Radilla Pacheco (SEMUJER/UAG, 2008[2002]) y en el drama poético: No es el viento el que disfrazado viene (H. Ayuntamiento de Acapulco, 2004) de Jesús Bartolo Bello López.
El poeta nos interna por los senderos íntimos de su dolor, de su orfandad, que es la de muchos: “Mi padre es una colección de fotos que no llegan a diez. Es sólo la preocupación perpetua de la abuela. Un rostro inmóvil del cual no sé su sonrisa.” (Bello, 2004:24). Jesús Bartolo a través de su poesía convierte a Ausencio Bello Ríos, su progenitor, en símbolo de los desaparecidos.
Con la publicación del libro sobre su padre, Andrea Radilla Martínez, logró documentar el primer caso de un desaparecido político mexicano, gracias a lo cual fue posible llevar el caso de don Rosendo Radilla ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la cual encontró culpable al Estado mexicano por desaparición forzada de personas.
Los casos de Rosendo Radilla Pacheco y Ausencio Bello Ríos son los paradigmas de lo ocurrido en Atoyac, “donde se tienen contadas más de 450 personas desaparecidas por el Ejército mexicano de las 650 que hay registradas en Guerrero, indicó el secretario ejecutivo de la Afadem, Julio Mata Montiel” (Valadez en La Jornada Guerrero, 31 de mayo 2010). Por esa afrenta la “comunidad” a la que pertenecían los desaparecidos, Atoyac de Álvarez, también debe de ser considerada como víctima de la Guerra sucia, y de hecho en la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos los representantes solicitaron a la Corte que declare al Estado responsable por el perjuicio ocasionado al señor Rosendo Radilla Pacheco a sus familiares y a la “comunidad” a la que pertenecía don Rosendo (Caso Radilla Pacheco, Sentencia del 23 de noviembre de 2009: 3). La historia de Atoyac presenta en su paisaje esta huella de la memoria colectiva de la Guerra sucia como rememora Bartolo: “Con la línea amarilla llegaron los armados verdes y la gente se volvió hosca y desconfiada. La palabra desaparecido ramificó sus letras.”(Bello, 2004: 16-17).
En el homenaje a Carlos Montemayor y a Andrea Radilla durante la conmemoración de la semana internacional del detenido-desaparecido, que se llevó a cabo en Atoyac, el domingo 30 de mayo del 2010, se consideró que la novela Guerra en el paraíso documenta a su vez lo ocurrido en Atoyac (Valadez en La Jornada Guerrero, 31 de mayo 2010). Uno de los acuerdos del homenaje fue llevar a la Corte Interamericana los casos de todos los desaparecidos documentados por la Afadem.
Andrea Radilla a través de su obra busca la dignificación de todos los desaparecidos y puso el ejemplo a seguir con los 650 casos de desaparecidos: “Cada uno de ellos tiene una historia de vida, no son datos en las estadísticas” (Radilla, 2008:22). Andrea escribió su libro desde el dolor, desde la angustia provocada por los gobiernos y por los organismos “que se dicen defensores de los derechos humanos” (39). Romper silencios significa para ella el comienzo para reconstruir una historia desde abajo, desde los portadores del dolor” (18).
Sin duda la obra de Andrea Radilla Martínez y la de Jesús Bartolo Bello López, aunque hayan optado por caminos diferentes, contribuyen cada una a su manera a expresar la herida lacerante del no olvido a la búsqueda de la justicia.
Bartolo a través de su poesía recuperó la memoria de su padre y nos hizo inolvidables a los desaparecidos: “Ves, Mabré, cómo tu tristeza es antigua? De qué sirve que diga. ‘tu padre era un ciruelo de frutas dulce’. Decirte: ‘su voz fulgía como chicharra en la tarde y sus manos ramas de parota te abrazaban pájaro o duende dormido’”.
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